El cine colombiano joven tiene un largo recorrido que alberga la extraordinaria riqueza humana, cultural, y geográfica de un país que oscila entre el campo y la ciudad, los Andes y la Amazonía, entre un andar accidentado y la ilusión de un horizonte lleno de desafíos.

Hoy por hoy, el cine colombiano se está reinventando al mismo tiempo que una nueva generación recupera la vocación del cine como registro de lo real y como testigo del presente, obligándonos a replantear la relación entre documental y ficción a través de las decisiones que se toman para contar una historia: actores no profesionales, gran atención a los diálogos, la visión del mundo de los personajes y el interés en los pequeños gestos cotidianos que se registran.

En resumen, es un tipo de cine cada vez más difícil de encasillar, con apuestas en varias direcciones, que permiten contar el pasado y el presente de todo un pueblo.